top of page

Nuevos tiempos

Vivimos tiempos convulsos. Por un lado, la violencia sacude a todas las poblaciones del país, de cualquier estrato, origen, región, género, rango de edad, o filiación ideológica. Esa violencia se agrava, se replica, y reproduce con virulencia entre las poblaciones históricamente más vulneradas: mujeres, niñas y niños, indígenas, pobres, homosexuales.


Es decir, existe y ha existido una violencia constante contra una mayoría nacional poco tomada en cuenta a la hora de repartir distintos privilegios, tales como los económicos, de género, de clase social, de distribución de la riqueza, educativos, de acceso al poder político, de representación en medios, de contribución a la formación de la opinión pública, entre muchos otros.


Por el contrario, estos mismos privilegios los tienen, y han tenido históricamente, los hombres; los heterosexuales; las personas blancas o de fenotipo caucásico; las personas que han accedido a mejores horizontes de distribución de la riqueza, de la educación, de la posesión de medios de producción, de la participación en el poder político y económico. A estas poblaciones, la violencia les toca, pero en una menor medida, de una forma privilegiada.


Así, en esta dinámica de privilegios y violencias, las mujeres han alzado la voz. Paralelamente, se ha agudizado la violencia contra ellas, y el aparato de privilegios de género parece estar reaccionando con virulencia a fin de no ceder posiciones en pro de la equidad. En este lúgubre panorama, en el que a diario mueren unas diez mujeres en el país, en homicidios de odio relacionados al género, abundan las personas que no entienden que no entienden.


De este modo, la violencia y su apología encuentran siempre quién las replique. Sea por acción directa, por discurso de odio, por validación de las violencias, por victimizar a la población vulnerable, o por omisión ante la injusticia y la iniquidad. Sin embargo, para frenar la violencia y el desigual sistema de privilegios, primero habría qué entender cómo funciona este sistema. Este es un problema, porque quienes replican este sistema, ni siquiera lo entienden; o lo entienden lo suficiente, como para aferrarse a sus privilegios en detrimento de la equidad.


La labor es ardua, pero indispensable, porque implica la universalidad de los derechos humanos, la equidad, la abolición de violencias y privilegios, y –sobre todo- la posibilidad de vivir en entornos mejores de los que tenemos ahora. La pregunta es ¿cómo le explicas a alguien que no entiende con claridad, el hecho de que no entiende con claridad?


1 visualización0 comentarios

Comments


Publicar: Blog2_Post
bottom of page