La lucha por la igualdad y equidad de las mujeres no es un asunto reciente, ni se trata un capricho o de un tema eventualmente de moda.
Es una lucha histórica y ha sido el motor que ha buscado transformar las relaciones entre hombres y mujeres desde hace al menos 3 siglos.
Los gobiernos y autoridades debemos reconocer que existe en México una grave situación de violencia de género y feminicidios.
No hagamos caso omiso, debemos escuchar, pero sobre todo atender de manera urgente a las víctimas de violencia, a las asociaciones y colectivos feministas, consultar a especialistas en la materia, para encontrar soluciones inmediatas.
La muestra ciudadana que se dio este pasado 9 de marzo, es una lucha que no se detiene, que va en incremento cada día y como mujer, me siento orgullosa, pero como funcionaria, asumo mi responsabilidad de implementar las políticas públicas que simplifiquen y permitan este proceso de cambio hacia la igualdad social y de derechos.
La discriminación histórica de la que hemos sido objeto, ha traído esa resistencia social en el país y no podemos trivializar ni banalizar este hecho, ni caer en la irresponsabilidad de pedirle a los grupos feministas que no “pinten las paredes”, debemos sensibilizarnos y atender esas exigencias.
Es momento de abrir los ojos y darnos cuenta que las protestas airadas no son más que la frustración e impotencia de unas voces, que no han sido escuchadas y que exigen a gritos que pongamos atención en ellas. Es el sentimiento de desatención y negligencia ocasionado por el Estado.
Los gobiernos de los tres niveles debemos contribuir al progreso vanguardista de la equidad y la erradicación de la violencia hacia las mujeres con la implementación de políticas públicas que acorten y supriman la desigualdad y la violencia que nos ocupa y nos lastima.
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