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La Pérdida de la Fé y la Caída del Imperio, A Criterio de Isidoro Armendáriz

Para la dirigencia

Nacional del PRI

En esta hora de angustia y cansancio las huestes escuchan la voz elocuente del profeta y yo le pierdo la fe al mesías. El PRI de hoy está descarnado.

Yo veo al PRI como aquel hombre que al perder sus máscaras optó por el capirote viejo, porque no quiso revelar su rostro, descubrir el misterio y reinventar su naturaleza.

El PRI posee la ideología del camaleón y Sus definiciones borran la huella de la social democracia. Olvidó, y aún olvida, su condición de partido híbrido: de masas y de cuadros.

Al PRI lo persiguen los muertos de la revolución y a mí me asustan sus fantasmas. Los soldados, alma en pena, velan la tumba de su fundador Plutarco Elías Calles, como el ejército de terracota lo hace con el emperador chino Qin Shi.

Los nazarenos y redentores del pasado se resisten a la muerte política y al PRI las bestias de la corrupción y de la maldad se lo acaban a mordidas.

No soy yo el que quiere terminar con el PRI por medio de fuego y azufre, como la exterminación de Sodoma y Gomorra muy a pesar de la imploración de Abraham. La pregunta es ¿Quién soltó a los demonios?

Si el PRI fuera un individuo de la tercera edad, se preguntaría ¿Quién soy? ¿Qué hago racionalmente? ¿Qué tengo para heredar?

Ante la cultura de la farsa y la filosofía del negocio el PRI abandono los sentidos de honor, valor y justicia y cultivó la antidemocracia interna. El intento de cambio solo quedo en escaramuza reformista.

Me pregunto si la historia del PRI tiene moral o tiene memoria. En 1929 se tuteló la autonomía de los comités estatales y solo dos requisitos se pedían para la membrecía: “ser mexicano y no pertenecer a ninguna Corporación religiosa”; En 1938 el pacto de las organizaciones sectoriales minimizó a los comités estatales y años más tarde los intereses de grupo (izquierdistas, centristas y derechistas) también los subestiman.

La caída del PRI se asemeja a la caída de Roma: corrupción y soberbia de líderes y gobernantes, debilitamiento de su maquinaria militar y militante, estrategias fallidas, fuerza subestimada de los bárbaros e intereses oscuros y oligárquicos.

El ilustre Antonio Machado escribió: “anoche cuando dormía soñé, bendita ilusión...” Yo como el poeta, también soñé, fallida ilusión, que un PRI renacería dentro de la transición.

En el PRI mi ánimo está cansado y la decepción apaga la llama divina de mi entusiasmo. Ahora me pregunto ¿Dónde están los dioses de la tierra y de la política que nos iluminen?

EL PRI está condenado al escarnio social y yo estoy avergonzado por muchos de sus actos. Lo que fue la herencia bendita de riqueza, fama y poder se convirtió en herencia maldita de persecución, enjuiciamiento y esclerosis ideológica.

Hoy, los sobrevivientes de la generación del 29 y sus descendientes, los patricios, necesitan del calor de los plebeyos para legitimarse. Es como la parábola de Schopenhauer cuando habla sobre el dilema del erizo.

El ocaso del PRI comenzó en 1988, cuando la oposición puso en Jaque la candidatura de Salinas de Gortari hace 32 años. Desde entonces el pueblo estaba cansado.



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