La corrupción parece ser el destino manifiesto en nuestro país, especialmente en el gobierno. No sólo el 62% de los mexicanos consideran que hay corrupción en el gobienro, sino que 34% han manifestado haberla vivido en el último año. La corrupción parece ser el único programa transversal que liga a todas las instituciones y gobiernos. Estimaciones han calculado que _ mdp nos cuesta al año.
Dentro de ello, estamos acostumbrados a percibir que es en las obras públicas (construcción de puentes, pavimentación de calles, remodelación de parques…) donde se pierde la mayor cantidad de dinero. Dichos como “las obras dejan sobras” forman parte del argot político y las secretarías de obras públicas suelen estar destinadas a las personas de mayor confianza de quien gobierna.
Sin embargo, un reciente estudio de Oxfam México y Viridiana Ríos nos invitan a dirigir la mirada hacia otro lado. Analizando las irregularidades detectadas por la Auditoria Superior de la Federación desde el 2020, concluyen que la corrupción sucede con mayor frecuencia en donde menos debería suceder: en los programas sociales que atienden las necesidades de los más pobres y que más podrían reducir la desigualdad.
De 500mil mdp cuyos gastos no han podido aclarar los gobiernos, el 14% corresponde a gastos en infraestructura, mientras que el 53% está relacionado con programas de desarrollo social.
Un estado que combate eficientemente la pobreza y la desigualdad es aquel que entrega servicios públicos de calidad a la población más vulnerada, especialmente en salud y educación. En este sentido es por demás decepcionante que el 21% del dinero perdido sea en el área de educación. O que el 16% del dinero perdido, 79mil mdp, son en los programas que más buscan combatir la desigualdad, lo que hubiera alcanzado a entregar 10mil pesos mensuales al 10% de la población más pobre del país.
Los programas sociales, al ser los más afectados por la corrupción, son los que están perpetuando la pobreza y la desigualdad que buscan combatir.
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