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Fragilidad y Contradicción en el Discurso "Pro" Vida, A Criterio de Iván Sánchez Nájera

La Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia, rechazó un proyecto que obligaría al Congreso de Veracruz a eliminar las sanciones penales por practicar un aborto. Por cuestiones técnicas decidieron desechar el proyecto sin abordar la discusión sobre el derecho o no a interrumpir un embarazo.


Ello reavivó la discusión pública y es por eso que quiero compartirles una serie de impresiones estrictamente personales.


Por principio, comentarles que entre las dichas que he tenido en mi vida, pocas han sido tan plenas como la felicidad de tener un hijo. Sin embargo ello no me lleva a suponer que ése debe ser el mejor proyecto de vida y que debamos aspirar a que todas las personas deseemos lo mismo. Creo entender que no en todas las circunstancias tener un hijo es motivo de dicha.


Creo en el derecho de las mujeres a interrumpir su embarazo en parte porque crecí en un Aguascalientes en el que se rechazaba el uso del preservativo, del DIU o de cualquier método anticonceptivo que no fuera el “del ritmo” bajo el argumento de que es un atentado contra la vida, contra Dios y contra el amor mismo. Y porque detrás de palabras como Dios o Amor, prevalece un discurso prohibicionista condenatorio de cualquier forma de vida que se aleje de su doctrina.


Me desagrada la postura “Provida” porque percibo en ella una gran cantidad de esfuerzos por descalificar a los demás, basándose en un precario discurso moral que descansa en el esquema del premio y el castigo, generalmente asociado a la promesa de una vida eterna y de un ser que se la brindará.

Por el contrario, percibo pocos o nulos esfuerzos encaminados a mejorar la calidad de la vida que dicen defender. Sería más congruente verlos en esfuerzos por combatir la pobreza y la desigualdad, por mejorar nuestro medio ambiente o la calidad de vida en las familias.


Me desagrada y enoja la actitud “provida” de ciertos funcionarios públicos que han legislado con el rosario en la mano, deseando condenar a las mujeres, restringiendo el derecho de las niñas y niños a recibir una verdadera educación sexual y conservando diferencias legales entre personas tan sólo por tener una orientación sexual distinta.


No comparto la impresión, que manifiestan muchos de ellos, de que por tener un embarazo no deseado se les deba obligar a tener un hijo, como si éste pudiera entenderse como un castigo; o de que haya personas que hagan del aborto un método anticonceptivo.


Soy un defensor del derecho de las mujeres a interrumpir su embarazo porque la misma Corte lo entiende como parte de su derecho a la salud, porque defender ese derecho no implica fomentar el aborto sino la libertad y porque detrás de la prohibición se encuentra una moral religiosa que atenta contra el Estado Laico.



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